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Ouidah, el alma de África Occidental

En Benín se discute habitualmente sobre si la verdadera capital del país es Porto-Novo, como reza la Constitución de 1990 y donde residen el poder legislativo y judicial, o si lo es Cotonú, sede del poder ejecutivo y del económico. Lo que está fuera de toda discusión es cuál es capital espiritual de Benín: Ouidah. Sin lugar a dudas.

En apariencia anodina, esta ciudad litoral de alrededor de 100.000 habitantes, a pocos kilómetros de Cotonú y de la frontera con el vecino Togo, esconde una riqueza histórica y cultural sin parangón en África Occidental. Meca del vudú, antiguo puerto de esclavos y destino de sol-y-playa, Ouidah tiene demasiado que ofrecer como para dejarla pasar.

En apariencia anodina, Ouidah esconde una riqueza histórica y cultural sin parangón en África Occidental

Ouidah, capital de la trata de esclavos

Fundada probablemente en el siglo XIV y capital del reino homónimo de Whydah, la ciudad creció gracias al floreciente comercio de esclavos, capturados de pueblos rivales del interior, con los que sus reyes mercadeaban con los europeos. En 1727 Ouidah fue conquistada por el rey Agaja del vecino reino de Dahomey y se convirtió en simple puerto de la capital, Abomey, hoy Patrimonio de la Humanidad.

Los sucesivos reyes de Whydah y de Dahomey permitieron, mediante acuerdos, el establecimiento de puestos europeos en Ouidah para facilitar el comercio de esclavos. Franceses, daneses, holandeses, ingleses y portugueses construyeron fuertes en la ciudad. A excepción del fuerte portugués y del inglés, reconvertido actualmente en viviendas y comercios, todas las fortalezas europeas fueron destruidas: por deterioro y abandono en el caso de la francesa; al abolirse oficialmente la esclavitud en el caso holandés; y el danés, a la postre campo militar galo, con la independencia de Benín en 1960.

El fuerte portugués de São João Baptista de Ajudá, una de las más pequeñas colonias del mundo hasta su invasión por parte de un Benín ya independiente en 1961, es el punto de partida de una visita que nos lleva a recorrer la Ruta de los Esclavos. En su interior, un museo de la esclavitud en el que encontramos testimonio de la herencia afro-brasileña. La ruta, un camino de cuatro kilómetros que recorre Ouidah desde el centro de la ciudad hasta la playa, es parte de la iniciativa intercontinental impulsada por la UNESCO y la OMT «Ruta del Esclavo: resistencia, libertad, patrimonio», surgida en 1994 en la misma ciudad.

El fuerte portugués de São João Baptista de Ajudá es el punto de partida de una visita que nos lleva a recorrer la Ruta de los Esclavos

Del el siglo XV al XIX, unos 12 millones de personas fueron capturadas y enviadas como esclavos a América y Europa; de ellas, aproximadamente dos millones lo hicieron desde Ouidah. La ruta conmemora mediante cinco etapas el camino que los esclavos transitaban y las experiencias que vivían.

El recorrido comienza en la Plaza Chacha, bautizada en honor a Francisco Félix de Souza «Chacha», un brasileño convertido en uno de los mayores negreros de la historia. Ahí era donde los esclavos eran seleccionados por los compradores europeos. La tradición mandaba que los hombres debían dar nueve vueltas al Árbol del Olvido, siete en el caso de las mujeres, para dejar de lado sus orígenes y tradiciones. De ahí, los esclavos pasaban al compartimento Zomaï donde eran obligados a permanecer en total oscuridad a centenas, a veces durante más de un mes, para acostumbrarlos a las condiciones de las bodegas de los navíos que los transportarían a América y Europa. Los que sobrevivían eran llevados a la plaza Zomachi, donde se les marcaba a fuego antes de embarcar. Los muertos y los que se consideraba que no podrían soportar el largo viaje, eran arrojados a la fosa común de Zoungbodji, donde un modesto monumento los recuerda. En la penúltima etapa, a los esclavos se les permitía dar tres vueltas al Árbol del Retorno para asegurarse, según la tradición, que su alma volvería a África después de morir. Tras esta ceremonia, atravesaban la Puerta de No Retorno para emprender un penoso viaje abordo de navíos negreros en los que una de cada ocho personas perecía antes de llegar a puerto.

La Puerta de No Retorno, el monumento más visitado de Benín, se ha convertido en símbolo de la memoria de las víctimas de la trata negrera y de la esclavitud. La ruta en su conjunto está siendo propuesta para Patrimonio de la Humanidad por su importancia histórica y cultural, con la esperanza de convertirse en un referente internacional en lo que al incipiente turismo de memoria se refiere, tal y como figura en el programa «Bénin Rélévé» del nuevo gobierno de Patrice Talon. Este monumento no solo marca el lugar de partida de los esclavos africanos, sino también, el punto desde donde su cultura y tradición se extendieron por el mundo.

Ouidah, capital vudú

Para mucha gente, el vudú es una oscura práctica en Haití, en Nueva Orleans o en las costas de Brasil. Sin embargo, las prácticas de estos lugares, estigmatizadas por películas de Hollywood, tienen su origen en una zona de África cuyo epicentro es Ouidah.

La Puerta de No Retorno, el monumento más visitado de Benín, se ha convertido en símbolo de la memoria de las víctimas de la trata negrera y de la esclavitud

El vudú es una religión animista, surgida en el reino de Dahomey de la mezcla de creencias del pueblo yoruba con las de los fon y los ewe entre otros. Designa al conjunto de dioses (vudús para los fones, orishas para los yorubas) con los que los hombres tratan de conciliarse, mediante sacrificios animales u ofrendas materiales, para así granjearse su benevolencia e indulgencia. Los vudús encarnan fenómenos o fuerzas naturales pero también criaturas mitológicas o ancestros divinizados representados por fetiches a los que se agasaja mediante diferentes rituales, normalmente de la mano de un iniciado que hace de intermediario entre estas deidades y la gente mundana. Pese a ser objetos tan importantes para entender la propia cultura, no deja de ser paradójico que los benineses deban desplazarse a París para admirar muchos de ellos, donde descansan en las vitrinas o en los almacenes del Museo Quai Branly Jaques Chirac, fruto del pillaje francés durante la colonización. No es de extrañar que el Presidente Talon, apoyado por asociaciones como el Consejo Representativo de Asociaciones Negras (CRAN), haya pedido a Francia, sin éxito, la restitución de esta herencia histórica y cultural.

La ruta en su conjunto está siendo propuesta como Patrimonio de la Humanidad y con con la esperanza de convertirse en un referente internacional

Con la esclavitud, las creencias viajaron en barco y se extendieron, mezclándose con otras tradiciones en América del Sur, del Norte y el Caribe. Así surgieron ritos como el candomblé en Bahía, el umbanda en Río de Janeiro, la santería y el palo en Cuba, el hoodoo en el sur de Estados Unidos o el vudú haitiano. El vudú, prohibido durante la dictadura de Mathieu Kérékou de 1972 a 1991, tiene una función social e incluso política muy importante en Benín,  y Ouidah es su meca. No se puede dejar la ciudad sin hacer dos paradas obligatorias: el Templo de las Pitones y el Bosque Sagrado del Rey Kpassè.

El Templo de las Pitones, situado junto a la Basílica de la Inmaculada Concepción (1907), metáfora del sincretismo con el que se mezclan ambas religiones en el país, alberga una gran población de serpientes inofensivas para los humanos, incluidos los turistas, que no dudan en enroscárselas a sus cuellos. Incluye un conjunto de árboles sagrados y varias hornacinas y altares de sacrificio para honrar a deidades vudús. La devoción que los habitantes de Ouidah profesan hacia estos reptiles se debe a que, según la tradición, fueron las pitones las que ayudaron a los ancestros de la ciudad a vencer en batalla a las tropas del vecino reino de Allada. De hecho, los nacidos de padre y madre de Ouidah se marcan la cara con escarificaciones imitando el mordisco del animal, como parte de un ritual vudú de conexión con sus antepasados.

El 10 de enero se festeja en Benín el Día Nacional de los Cultos

Al Bosque Sagrado del Rey Kpassè hay que entrar, previo pago, con un iniciado que ahuyente a los espíritus que habitan el bosque, a quienes los no iniciados no somos capaces de ver -con el peligro que eso conlleva. El lugar es un pequeño pulmón verde en el que se exponen figuras de diferentes dioses vudús: de la fertilidad, de la tierra o de la guerra. Las esculturas, concebidas por el célebre artista beninés Cyprien Tokoudagba y por los hermanos Dakpogan, descansan ahí desde 1992, cuando fueron trasladadas como parte de las celebraciones del Festival de Cultura Vudú. Según la leyenda, en él descansa el fundador de Ouidah, el rey Kpassè, reencarnado en un centenario iroko al que se puede acudir a solicitar favores, que serán cumplidos si vienen desde la buena voluntad y acompañados de una propina. No en vano, y según cuentan en la ciudad, François Hollande sería presidente de Francia por intervención divina del susodicho rey.

A unos kilómetros del monumento conmemorativo de la llegado de los primeros cristianos, se sitúan varios complejos turísticos donde poder disfrutar de un tiempo de relax

El 10 de enero se festeja en Benín el Día Nacional de los Cultos, y es el mejor momento para disfrutar de las celebraciones en todo su esplendor, aunque en esta ciudad en cualquier momento puede cruzarse un zangbéto, vistoso dios de paja, serpientes y caracoles que vigila y protege los poblados.

Ouidah, capital litoral 

En la misma playa de Ouidah, a unos kilómetros de donde se encuentra el monumento conmemorativo de la llegada de los primeros cristianos, se sitúan varios complejos turísticos donde poder disfrutar de un tiempo de relax. La Casa del Papá o la Maison du Brésil son algunos nombres a retener donde se puede pasar la noche y disfrutar al día siguiente de una playa que se extiende desde el Gran Popó, en la frontera con Togo, hasta la misma Cotonú. Además, situados en una lengua de arena limitada por el océano a un lado y la laguna de Ouidah al otro, muchos de estos hoteles disponen de actividades fluviales como la pesca o el kayak.

Otro de los encantos de la zona es la Ruta de los Pescadores, que une por el litoral Ouidah con Cotonú. Salpicada de poblados que se nutren del mar, en este camino se puede ver a los pescadores arrastrar en grupo, desde la costa, sus redes llenas de peces y, tristemente, también de plásticos, síntoma de nuestra época. Esta carretera de arena, eterna candidata al desarrollo urbanístico y turístico, desemboca en Cotonú, la gran ciudad, que te recibe con sus maquis, con su bailes, con su música africana, con sus motos y con su cerveza Béninoise. Fría y a pie de playa.

Por Alejandro Dorado Nájera