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Las islas Seychelles, un mar por conocer

A las islas Seychelles se les asocia a un destino exclusivo, colmado de hoteles lujosos donde pasar unas vacaciones de relajación total. Menos conocida es su ubicación en pleno océano Índico, los 1 500 km de distancia que les separan de la costa africana, y la envergadura de su mar patrimonial, de seis veces el tamaño de Reino Unido.

El archipiélago de 115 islas suele ser reducido a su isla principal y más grande, Mahé. Marcada por imponentes y exuberantes montañas, Mahé alberga al 90% de la población y al centro neurálgico del país: la capital, Victoria.

Contraria a la imagen de imperturbable tranquilidad que evocan las Seychelles; Victoria, con su agitado puerto, incesantes peatones y oficinas acristaladas, muestra una cara diferente del país y de su gente, los seychellois.

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Victoria es testigo y parte fundamental de la historia de esta pequeña nación. Fue allí donde se asentaron los primeros exploradores y donde, en 1502, los primeros europeos arribaron. Fue en 1756, en sus primeras calles, donde el capitán Corneille Morphy declaró a las islas parte de la corona francesa, evento que luego dotaría a las Seychelles su nombre actual, en homenaje al Ministro de Finanza de Luis XV, Jean Moreau de Séchelles. Luego de ser colonizada formalmente por la corona francesa y a consecuencia del Tratado de París, Victoria, y el conglomerado de las Seychelles, pasaron a manos de la corona británica en 1810. No fue hasta 1976 que las Seychelles lograron su independencia del Reino Unido.

Las islas Seychelles deben su nombre al Ministro de Finanza de Luis XV, Jean Moreau de Séchelles
 

La Victoria de hoy guarda vestigios de esta historia, y su principal atracción así lo demuestra. El Clock Tower, o Lorloz en criollo seychellense, se encuentra en una de las encrucijadas más traficadas de la ciudad, y con su color plata, resplandece bajo el sol tropical. Se trata de una réplica de la torre del reloj ubicada en Vauxhall, Londres, que fue traída en 1903 a las islas a modo de homenaje a su entonces reina y a quien debe su nombre, la encumbrada Reina Victoria. A diferencia de la torre de reloj original, el Clock Tower no da la hora con campanadas luego de que el péndulo se perdiera en el Índico durante la descarga del reloj a su llegada a las islas.

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A pocos metros del Clock Tower se encuentra otro emblema seychellois, el Mercado de Victoria, o mejor conocido bajo su nombre previo, el Mercado de Sir Selwyn-Clarke, en honor al último gobernador británico de las Seychelles. Bajo la sombra de un enorme mango y abarrotado de colores y aromas, el mercado es el lugar perfecto para discernir las diferentes culturas que forman el acervo seychellois: especias asiáticas, frutos africanos y granos europeos. En la planta inferior, el mercado de pescado da fe de una de las principales industrias del país: la pesca.

Uno de los idiomas oficiales, el criollo seychellense, también conocido como kreol o seselwá, está basado en el francés y es legado de la dominación gala del siglo XVIII
 

El puerto de Victoria es un eje de la industria pesquera del océano Indico, especialmente aquella de atún. En Victoria se encuentra una de las fábricas de enlatado de atún más grandes del mundo, que se lleva además el título de mayor empleador en las islas. La industria del atún atrae a las islas importante inversión extranjera, principalmente a través de numerosas embarcaciones atuneras europeas que hacen transbordo de la pesca en el puerto para luego exportarlo a lo largo y ancho del mundo.

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El turismo es la industria más importante de la economía seychellense. La pesca le sigue, siendo el puerto de Victoria un importante núcleo de la industria atunera a nivel mundial
 

114 más

Mahé es solo una de 115 islas. A pesar de que las Zil Elwannyen, o islas exteriores, son de difícil (o prohibitivo) acceso, no se puede ir a las Seychelles sin aventurarse más allá de Mahé. A unos 50 km de Mahé se encuentran otras islas interiores, entre ellas las islas de Praslin y La Digue. Basta con tomar un ferry para escapar del ajetreo de Victoria y vivir esa realidad alternativa: una naturaleza imponente y una sensación embriagadora de desconexión.

Praslin, la segunda isla en extensión y con unos 7 000 habitantes, da hogar a uno de los lugares declarados patrimonio de la humanidad de las Seychelles: el Vallée de Mai o Valle de Mayo. Esta reserva natural, frondosa y espesa, se encuentra en el corazón de la isla y guarda dos de las rarezas más célebres de las Seychelles: el loro negro —el ave nacional de las islas- y el símbolo nacional—, el coco de mer, la semilla más grande del mundo al llegar a pesar hasta 25 kilos.

El coco de mer, endémico de las Seychelles, es la semilla más grande del mundo, llegando a pesar hasta 25 kilos
 

El coco de mer, que puede llegar a costar unos 200 dólares, está protegido y su exportación está totalmente prohibida. Nada fuera de la norma en las Seychelles, donde la protección medioambiental es una prioridad gubernamental que data de la independencia. A día de hoy, las Seychelles son sólo superadas por Nueva Caledonia en términos de reservas naturales, con más del 50% de su territorio bajo leyes que protegen su delicado ecosistema. 

Y, cómo no, Praslin cuenta con dos joyas: las playas paradisíacas de Anse Georgette y Anse Lazio, con finas arenas blancas, aguas cristalinas y las alegóricas rocas de granito que han hecho a las Seychelles un destino tropical de ensueño.

La Digue, de menor extensión y con unos 3 000 habitantes, solo puede ser descrita como un remanso de armonía y tranquilidad. La industria turística, con gran presencia en Mahé y Praslin, no ha perturbado la singularidad de La Digue.

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La Digue no alberga un patrimonio histórico, pero sí un estilo de vida extraordinario; y es que no hay mejor manera de conocer La Digue que en el medio de transporte local: la bicicleta. Con sólo unas pocas carreteras pavimentadas y con solo un puñado de automóviles motorizados, La Digue invita a relentecer el ritmo y reconectar con la naturaleza para explorarla en dos ruedas.

La mejor manera de moverse en La Digue es en bicicleta, parte fundamental de la cultura local
 

El principal atractivo es, sin duda, la playa de Anse Source d’Argent, una de las más fotografiadas del mundo. Con su agua azul turquesa y enormes piedras de granito que parecen esculpidas deliberadamente, es un pequeño paraíso donde echarse bajo las palmeras, aventurarse en la jungla tupida que le limita, o zambullirse en el agua tranquila protegida por un arrecife tupido de peces variopintos.

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Anse Source d’Argent colinda con la plantación de L’Union Estate, sitio de patrimonio nacional. L’Union Estate relata el pasado de La Digue como centro importante del cultivo del coco. Hoy en día se puede visitar la antigua plantación, los procesadores de copra (la médula del coco), una colonia de tortugas gigantes y la joya arquitectónica de la época colonial: The Plantation House.

Habiendo cubierto tres de las 115 islas, quedan pendiente unos cuantos viajes más. De momento, nos quedamos con uno de los eslóganes de las islas: Seychelles, Unique By A Thousand Miles.

Por Andrea Perales Padrón.