Maputo, la capital afromediterránea
Caminar por Maputo no es como caminar por cualquier otra capital africana.
Al caminar por Maputo, el visitante encuentra lo que espera de cualquier metrópoli africana: vendedoras de fruta en las aceras; puestos informales que exponen todo tipo de productos a esquivar mientras se anda (de las calamidades en este caso: reventa de objetos donados, traídos a Mozambique desde lugares más favorecidos cada vez que una catástrofe golpea); vendedores de crédito para móviles con tarjeta prepago; mujeres erguidas llevando todo tipo de mercancías en sus cabezas; música saliendo de tiendas o coches aparcados; conversaciones en varias lenguas; hombres y mujeres vestidos de todos los colores (con kapulanas en este caso).
Pero el visitante, encuentra también características específicas, herencia de su pasado portugués, que no se encuentra en cualquier otra ciudad africana: cafés donde pararse a disfrutar de un expresso con su pastel de Belém; bares de calle donde comer un buen prego no pão; toponimia portuguesa; discotecas donde bailar al ritmo de kizomba; y un cierto caos controlado que recuerda a las ciudades mediterráneas.
En efecto, Maputo ha logrado combinar a la perfección el carácter mediterráneo de su pasado colonial con su alma africana, quedándose con lo mejor de cada una de ellas y sumándole influencia anglosajona (muy presente por el hecho de que en Mozambique, el único país sin pasado colonial británico -junto con Ruanda- miembro de la Commonwealth, se conduzca por la izquierda).
Maputo no es una cuidad dispersa como Johannesburgo o Dar es Salaam. Maputo vive en torno a un centro bien delimitado, donde maputenses y visitantes disfrutan de su esparcimiento, como en Lisboa, Oporto o Madrid. En ese centro definido por la T formada por las avenidas Julius Nyerere y 24 de Julho, las distancias son cortas, y se puede ir de un bar de moda al siguiente prácticamente a pie.
Lo que da, sin embargo, a Maputo ese carácter tan especial y la distingue de otras ciudades del continente es que ha sabido preservar su pasado y el turista puede caminar por sus calles, siguiendo el crecimiento de Lourenço Marques, nombre de la ciudad hasta la independencia. Al igual que un botánico puedo conocer el desarrollo de un árbol a través de los anillos de su tronco, el visitante puede observar el desarrollo de Maputo a través del desarrollo de su arquitectura.
Maputo, que recibe su nombre del río homónimo, se sitúa en una bahía, protegida por varias islas, donde los portugueses comenzaron a establecerse a partir de principios del siglo XVI. Holandeses y austriacos establecieron los primeros asentamientos europeos permanentes a lo largo del siglo XVIII, hasta que los portugueses los expulsaron fundando Lorenço Marques en 1782.
De las estructuras primigenias nada queda más allá de la trama urbana y algunas edificaciones que merecen la atención del visitante alrededor de la actual Praça 25 de Junho: la Casa Amarela, antigua casa del Gobernador y el edificio más antiguo de la ciudad (1860) o el Fuerte de Nossa Senhora da Conceição que, aunque data de 1956, es una recreación del fuerte de piedra original de 1851.
Alrededor de esa plaza y hacia la actual estación del tren se encuentras las principales muestras de arquitectura colonial: edificios de piedra y madera con pilares y balconadas de hierro de estilo Victoriano. Corresponden a la primera expansión de Lourenço Marques, con la llegada del ferrocarril en 1895, que conectó Mozambique con la actual Sudáfrica trayendo desarrollo e influencias culturales. Quizás los edificios más representativos de la época sean el Centro Cultural Franco-Moçambicano (1898) y la Casa de Ferro (1892): prefabricada en Bélgica y re-ensamblada en diferentes partes de la ciudad a lo largo de su historia, actualmente se encuentra en los Jardins Tunduro (1885), los jardines botánicos de Maputo donde, curiosamente, se puede también encontrar una fuente Wallace, uno de los símbolos arquitectónicos de París.
La actual Estação de Caminhos de Ferro de Maputo (1910) es probablemente el edificio más bello y representativo de la capital. Situado en la Praças dos Trabalhadores, este edificio, con su imponente cúpula erróneamente atribuida a Eiffel, alberga el Museo del Ferrocarril y varios restaurantes y galerías de arte. Diseñado por Lisboa de Lima, es el edificio de bandera de entre los de estilo beaux art que jalonan las calles del Bairro de Baixa de Maputo. A lo largo de la Avenida 25 de Setembro, que marcaba en esa época los límites de la ciudad, también se pueden contemplar algunos de estos edificios como el Mercado Municipal (1903), el Edifiçio de Correios (1903) o la Biblioteca Nacional (1904) a cuyo aparcamiento merece la pena entrar para contemplar la única estatua de Salazar, el dictador portugués, que se conserva al aire libre en el mundo; eso sí de cara a la pared y rodeada de cubos de basura a modo de providencial venganza.
Aunque más alejado del centro primitivo de Maputo, bien merece asimismo una visita el Museu de História Natural de Moçambique (1933), neo-manuelino, detrás de cuya impresionante fachada descansa una muy bien conservada colección de fauna disecada, incluyendo una rara secuencia de elefantes en diferentes estados embrionarios.
La ciudad de Lourenço Marques siguió desarrollándose adaptando su arquitectura a los nuevos estilos que venían de la vecina Sudáfrica, como el art déco. De ese estilo son edificios tan representativos como el Teatro Scala (1931), el impresionante Cine África (1948), el Edificio Rubi (1940s) o su contiguo Edificio Continental (1940s), centro de la vida social del Lourenço Marques portugués y que sigue albergando hoy en día una de las más tradicionales pastelerías. También el Clube Ferroviario (1944), el Predio das Telecomunicações (1948) o las inconfundibles Bombas de Gasolina de la Avenida 25 Setembro, cerca del también art déco Ministério da Energia y del neo-brutalista edificio 33-andar, que fue hasta hace poco el edificio más alto de Mozambique y que domina la Baixa.
La Catedral de Nossa Senhora da Conceição (1944), de Marcial Simões Freitas e Costa, es sin embargo la obra más emblemática de este estilo de la ciudad. Su blancura, su esbeltez y su rectitud la dotan de una presencia difícil de olvidar, dominando una plaza, la de la Independência, presidida por una imponente estatua del primer presidente mozambiqueño, Samora Machel (muerto en extrañas circunstancias, al estrellarse su avión en 1986, supuestamente derribado por el régimen del apartheid) y por el edificio neoclásico del Conselho Municipal de Maputo (1947).
A partir de 1926 con la Dictadura Militar en Portugal pero, sobre todo, a partir del establecimiento del Estado Novo de inspiración fascista del dictador Salazar en 1933, las circunstancias en Mozambique habían empezado a cambiar. La ciudad se desarrollaba debido a la política extractiva que se había impulsado desde la metrópoli, a su carácter de prestadora de servicios para otros países vecinos como Sudáfrica y la entonces Rodesia del Sur, y a la expansión que la neutralidad portuguesa en la Segunda Guerra Mundial produjo en su economía. A pesar la dureza de las circunstancias, el control en las colonias era más laxo que en la metrópoli y se centraba en la insurgencia anticolonial (como atestigua Vila Algarve (1934), chalet de estilo portugués suave en Polana donde el temido PIDE realizaba sus torturas). Todo esto produjo que muchos intelectuales se trasladaran a Maputo y otras ciudades de las colonias: mientras que en Portugal, se les imponían estilos tradicionales portugueses forzados por el nacionalismo de Salazar, en las colonias podían expresarse con más libertad. Fue el nacimiento de la Generación Africana y del modernismo tropical, muy influenciados por los trabajos de Niemeyer y de Le Corbusier en Brasil.
Este estilo se define por su carácter experimental, la presencia de elementos africanos y las adaptaciones a los materiales locales y al clima: cornisas alrededor de las ventanas y puertas, parasoles geométricos, pasillos abiertos, galerías cubiertas para ensombrecer. Edificios de este estilo son reconocibles a lo largo y ancho de toda la trama urbana de Maputo. Los ejemplos más paradigmáticos se los debemos al arquitecto Pancho Guedes y entre ellos se cuentan el Edificio Abreu, Santos e Rocha (1955) con un impresionante mural en guijarros o el Edificio Spence e Lemos (1968), ambos en la céntrica Praça dos Trabalhadores, frente a la estación de tren, sin olvidar otros como la decadente Praça de Touros Monumental (1956), la Cooperativa de Criadores de Gado (1956) o la sorprendente Igreja de Polana (1962).
Los arquitectos pertenecientes a este estilo, incluían también en los edificios ornamentos o murales tradicionales africanos, como los del conocido muralista Malangatana (en el Museu de História Natural, de 1979 y 1989, por ejemplo), los del propio Guedes en el recomendado restaurante de su diseño Zambi (1956) o el de Gustavo Vasconcellos del Edificio Montepio (1959), frente a los Jardins Tunduro.
Excluyendo el hasta ahora boom constructivo de principios de siglo XXI, poco le debemos en términos arquitectónicos a la época posterior a la independencia en 1975, más allá de la decadencia de muchos de los edificios nombrados, que les dota de un encanto particular si olvidamos el deterioro al patrimonio que supone. La herencia más palpable de la época del régimen marxista-leninista que se estableció tras 1975 y hasta 1994 está en la toponimia. Avenida Ho Chi Ming, Mao Tse Tung, Vladimir Lenine o Kim Il Sung son calles por las que podrás pasear, rememorando los tiempos de la Guerra Fría, demostrando que un paseo por Maputo es, también, un paseo por la historia.
Autor: Alejandro Dorado Nájera.
Fotos: Alejandro Dorado Nájera.