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Organización Mundial del Turismo: el turismo como arma de paz y desarrollo

1.235.000.000. Es la cifra de turistas internacionales que se movieron por el globo el año pasado, en un mundo poblado por 7.400 millones de personas. Un crecimiento anual de casi 4%, o 46 millones de personas, la población de España. En 1950 había apenas 25 millones de viajeros internacionales y el 75% de las personas nunca habían salido fuera de sus lugares de origen. En 1995 eran 527 millones y para 2030 se espera que se hayan alcanzado los 1.800 millones de visitantes.

Los ingresos globales debidos directamente al turismo internacional sobrepasan los 1.260.000 millones de dólares, aproximadamente el PIB de Australia, y suponen un 10% del PIB mundial si contamos los ingresos indirectos e inducidos. Es además una de las primeras fuentes de riqueza y divisas para muchos países en vías de desarrollo, especialmente de Asia y África Subsahariana, donde se dan tasas de crecimiento interanuales de hasta el 11%, las más altas del mundo. El turismo internacional genera también uno de cada 10 empleos y supone, además, el 7% de las exportaciones a nivel mundial, siendo el cuarto sector exportador a escala global solo detrás de combustibles, químicos y alimentos y el 30% de los servicios exportados. 

Los ingresos globales debidos directamente al turismo internacional sobrepasan los 1.260.000 millones de dólares y suponen un 10% del PIB mundial 

Pero el turismo no es solo importante por su valor económico. Los turistas llevan consigo ideas, buenas y malas, y es imposible entender la apertura de muchos países sin la influencia de los turistas que, consigo, traen y se llevan nuevas formas de vida y nuevas influencias que impregnan las sociedades de acogida. Tiene también derivadas en otras dimensiones como la seguridad global o la salud, pudiendo ser el medio por el que se transmitan las grandes pandemias del siglo XXI -como demuestran los casos del SARS, MERS o, más recientemente, el virus del Ébola-, siendo a su vez una de sus primeras víctimas. 

En la dimensión medioambiental, los turistas pueden ser vector de propagación de especies invasoras que dañen la biodiversidad del lugar del destino, como ejemplifica el caso de la Antártida, a cuyos prístinos ecosistemas están llegando especies foráneas potencialmente perjudiciales de la mano de turistas y científicos – según un estudio, cada turista portaría de media tres semillas en sus equipajes y ropas sin ni siquiera saberlo. Asimismo, cuando se trata de turismo irresponsable, los turistas pueden participar del tráfico ilegal de especias protegidas al comprar suvenires y ornamentos y los movimientos de los turistas contribuyen en torno a un 5% de las emisiones de gases de efecto invernadero causantes del cambio climático.

No es de extrañar que, ante un sector tan poliédrico y con influencia en tantas disciplinas, se propusiera la creación, en 1975, de una organización internacional que velara por la promoción de un turismo responsable, sostenible y universalmente accesible, surgiendo así la Organización Mundial del Turismo (OMT por sus siglas en español, UNWTO en inglés). Este organismo es el encargado de apoyar al sector a escala planetaria, liderando la gestión del conocimiento, la puesta en común de buenas prácticas y la homogeneización de políticas para hacer del turismo un motor económico, fuente de bienestar y desarrollo inclusivo y medioambientalmente sostenible entre sus 156 Estados miembros y sus más de 480 asociaciones, empresas y entidades locales asociadas. Entre los países que la componen se cuentan la mayoría de los Estados del planeta, aunque con notables excepciones por su peso económico y sectorial, como Estados Unidos, Reino Unido o Canadá. Con cuarteles generales en Madrid, es la única agencia del Sistema de Naciones Unidas con sede en un país hispanohablante. 

Recorrido histórico de la OMT 

En sus más de 42 años de historia, la OMT ha vivido diferentes etapas marcadas por el liderazgo de sus secretarios generales. El último, el jordano Taleb Rifai, dirá adiós a su cargo al finales de 2017, abriendo la puerta a una reñida lucha por la dirección de este foro clave para el sector a nivel mundial.

El Código ético de la OMT consta de diez principios que deben guiar a cualquier actor en el ámbito del turismo: gobiernos locales y nacionales, comunidades, industria, profesionales del turismo, y turistas

Aunque la historia de las organizaciones que dieron lugar a la OMT se puede rastrear hasta principios del pasado siglo, es a partir de la década de los cuarenta cuando su predecesora inmediata, la Unión Internacional de Organismos Oficiales de Turismo (UIOOT), toma cuerpo y comienza a establecer sus estructuras organizativas. No es hasta la década de los sesenta cuando empiezan a estrecharse los lazos de ésta con el Sistema de Naciones Unidas y se comienza a considerar la creación de un organismo intergubernamental especializado, proceso que culmina en 1975 con el nacimiento de la OMT. El francés Rober Lonati, secretario general de la UIOOT desde 1957, fue el que pilotó este proceso y a quien debemos no solo el alumbramiento de la organización, sino también su consolidación. Ésta se produjo durante su posterior mandato como secretario general de la ya OMT y hasta 1985, cuando falleció en el cargo, irónicamente, el mismo día en el que expiraba su mandato. Entre sus logros destacados se encuentran la adopción de la Declaración de Manila, que refuerza la visión social del turismo como impulsor del conocimiento mutuo entre naciones y como motor de desarrollo humano, haciendo partícipes a las comunidades locales de sus beneficios, y resalta su papel en el fortalecimiento de la paz. La adopción del Documento de Acapulco, animando a los miembros a reconocer el derecho al reposo y a descansos remunerados y que convida a los Estados a impulsar el libre movimiento de personas, o la aprobación en 1985 de la Carta del Turismo y el Código del Turista, que introduce los deberes de los Estados frente a los turistas -acceso al patrimonio artístico y cultural, seguridad, condiciones sanitarias adecuadas, información, no discriminación- así como los derechos de las comunidades receptoras, son otros de los hitos del mandato del primer secretario general de la organización.

Tras la muerte de Lonati, el austríaco Willibald Pahr fue elegido para sucederle, manteniéndose en el cargo hasta 1989. De su corto mandato sobresalen, sin embargo, varios hitos como la organización de la Primera Conferencia Interparlamentaria sobre Turismo en la que se adopto la Declaración de La Haya que, además de reforzar la alusión a los deberes de los Estados frente a los turistas, introduce la noción de turismo sostenible y medioambientalmente responsable y alerta de los peligros del terrorismo para el desarrollo del sector y los vínculos entre éste, la paz y el desarrollo. En su discurso “Turismo: Pasaporte para la Paz y para el Desarrollo”, pronunciado en la India, Willibard Pahr sentenciaba: “ Sin lugar a dudas, paz y desarrollo van de la mano del turismo. No puede haber turismo ni desarrollo sin paz. No puede haber paz sin desarrollo. Y el turismo es esencial para ambos, la paz y el desarrollo, en el mundo actual”.

A partir de 2009, es el secretario general saliente, el jordano Taleb Rifai, quien toma las riendas de la OMT, iniciando los trabajos que culminarán con la celebración de la Convención sobre Protección de los Turistas y profundizando en la labor de sus antecesores sobre turismo sostenible

En 1990 toma el relevo al frente de la organización el mexicano Antonio Enríquez Savignac. Bajo su liderazgo, la OMT abordó temáticas clave para el sector como la necesidad de contar con estadísticas homogéneas y de calidad con las que informar la toma de decisiones, la seguridad, el turismo accesible para todos, la involucración de las comunidades locales o la lucha contra el turismo sexual organizado. El mexicano será también recordado por algunas iniciativas de promoción de turismo histórico y cultural a escala regional que se mantienen hoy en día, como la Ruta de la Seda -atravesando países mediterráneos, de Oriente Medio y de Asia Central y Oriental-, o la Ruta de los Esclavos -en las costas africanas-, ambas establecidas en colaboración con la UNESCO. El mandato de Antonio Enríquez Savignac estuvo, sin embargo, marcado por un acontecimiento internacional sobresaliente como fue la Conferencia de Rio sobre Desarrollo Sostenible de 1992, de la que surgió la Agenda 21, destinada a impregnar toda política pública a nivel planetario. La OMT, asumiendo las directrices de esta agenda, elabora la Agenda 21 para la Industria de Viajes y Turismo, haciendo de la promoción de sostenibilidad ambiental una sus líneas de actuación de cara al futuro. 

En mayo se celebró la elección que determinará el liderazgo del organismo hasta 2021

En 1997, el mexicano da paso al francés Francesco Frangialli, quien estuvo al frente de la organización hasta el año 2009. En ese periodo de tiempo, el galo supo profundizar es los esfuerzos de los secretario generales anteriores para mejorar y homogeneizar la colecta estadística, base para el desarrollo de toda política pública, lanzando la Cuenta Satélite de Turismo. En Santiago de Chile, se aprueba en 1999 otro documento clave para el sector, el Código Ético Mundial para el Turismo, cuya aplicación se ha convertido en una de las principales misiones de la OMT a lo largo de los últimos años a través, entre otros, del Comité Mundial de Ética del Turismo. El Código consta de diez principios que deben guiar a cualquier actor en el ámbito del turismo: gobiernos locales y nacionales, comunidades, industria, profesionales del turismo, y turistas.

Además de los valores éticos, el medio ambiente es otro de los factores determinantes del mandato de Francesco Frangialli, que en 2002 y coincidiendo con el Año Internacional del Ecoturismo, impulsó la adopción de la Declaración de Quebec sobre Ecoturismo, colocando el desarrollo sostenible del turismo en la agenda internacional. Al año siguiente, se aprueba el Programa Turismo Sostenible-Eliminación de la Pobreza (ST-EP). Este esfuerzo es apuntalado en los años posteriores por iniciativas como la Declaración de Davos sorbe turismo y cambio climático.

En 2003 se toma una de las decisiones más importantes de la organización: su incorporación al sistema de agencias especializadas de Naciones Unidas, dejando atrás la condición de organización intergubernamental. Los retos medioambientales, el diálogo intercultural e interconfesional, con la Conferencia Internacional sobre Turismo, Religiones y Diálogo entre las Culturas de Córdoba, y la recuperación económica tras la crisis financiera de 2008 a través del desarrollo de un turismo sostenible, marcaron la etapa final de Frangialli.

Retos del presente y el futuro

A partir de 2009, es el secretario general saliente, el jordano Taleb Rifai, quien toma las riendas de la OMT. Durante su mandato, Rifai ha tenido que lidiar con la crisis mundial y con el deterioro de la seguridad en varios países de África, Oriente Medio y Europa debido al recrudecimiento de las acciones terroristas. Ha iniciado los trabajos que culminarán con la celebración de la Convención sobre Protección de los Turistas y ha profundizado en la labor de sus antecesores sobre turismo y medio ambiente con el desarrollo de la Unidad Asesora sobre Biodiversidad y Turismo, las Recomendaciones de la OMT sobre Turismo y Biodiversidad para el sector privado, la proclamación de 2017 como Año Internacional del Turismo Sostenible para el Desarrollo o la lucha contra el cambio climático. La expansión de la labor de la organización en la gestión de crisis, en la reducción de la pobreza y a favor de la educación son otras de sus grandes contribuciones.

En mayo se celebró la elección que determinará el liderazgo del organismo hasta 2021, para la que se postularon dos candidatos europeos, dos africanos, un americano y un asiático. Su ganador, Zurab Pololikashvili -hasta ahora embajador georgiano para España, Marruecos, Argelia y Andorra-, tendrá que hacer frente a los retos del sector del turismo delineados en la estrategia Turismo hacia 2030. Maximizar la contribución socioeconómica del sector minimizando a la vez sus posibles impactos negativos en el medio ambiente y en el patrimonio, promover el turismo como instrumento para alcanzar los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) reduciendo la pobreza y fomentando el desarrollo sostenible especialmente en África, armonizar las estrategias de desarrollo del sector para que incluyan la dimensión económica, social y medioambiental, beneficien a las comunidades locales e impulsen el conocimiento mutuo entre sociedades fortaleciendo la paz, involucrando en ello tanto al sector público como al privado o asegurar el financiamiento sostenible de una organización que dispone de un presupuesto ordinario de sólo 13 millones de dólares, son algunos de los retos a los que tendrá que hacer frente el nuevo secretario general.

Por Alejandro Dorado Nájera

@DoradoAlex